A más de cuatro mil metros de altura, en la región cusqueña, moran los hombres y mujeres de la nación q'ero, quienes superviven con sus costumbres milenarias. Dicen que fue un mundo aparte hasta hace poco, hasta 1922, cuando se recibieron las primeras noticias de ellos, de la nación Q'ero.
Y solo 33 años más tarde se hizo la primera expedición académica para hacer un informe sobre esta etnia. Por suerte, el presidente Manuel Pardo entendió el legado de esta nación y expropió los terrenos en 1958 para que los q'eros mantuvieran sus costumbres. El de ellos es un mundo propio, a solo 92 kilómetros de Paucartambo, Cusco. Hasta hoy, por Paucartambo o Ocongate –la otra vía de acceso–, solo se ingresa en este universo a pie o a caballo. Se trata de un universo que sirvió a los estudiosos para acercarse a la cosmovisión de los incas. Y los q'eros no solo son famosos por la belleza de sus vasos de madera sino porque son seres espirituales, que saludan abrazando porque "es mejor y más humano". El galeno y fotógrafo José Álvarez Blas visitó cuatro años, a lo largo del último quinquenio, a estos hombres y mujeres cusqueños. El fruto del trabajo es el testimonio gráfico Q'eros. Hijos de la luz. Álvarez se introdujo en el día a día de las cinco comunidades q'eros, diseminadas entre los 4,200 y 4,700 metros de altura. Capturó a los q'eros en su intimidad, viviendo sus costumbres ancestrales, en sus alegrías, sus ceremonias, su vida pública, en su misticismo. Para los q'eros, cosechar, sembrar, pastear son verbos que se viven con alegría mientras se lanzan a tejer, a cuidar sus alpacas, ovejas y llamas. Han suplido la falta de médicos con sus propios curanderos, los hanqip, que tienen el conocimiento ancestral. Y leen las hojas de coca para guiarse en el camino de la vida.
La estudiosa Alfonsina Barrionuevo cuenta que el unkhu, la túnica tradicional sin mangas ni cuellos, característica de esta nación cobijada en la Cordillera Oriental de los Andes, ha variado poco, a pesar de su acercamiento al castellano, su mejor relación con el Cusco actual y la civilización occidental. Álvarez Blas refiere que el de los q'ero es un mundo de paz y sosiego, donde todavía las casas tienen candados de madera; donde se respeta a los mayores y las reuniones comunales son cotidianas para resolver los problemas. Pero también solo hay una escuela, y los niños invierten hasta cuatro horas caminando, entre ir y venir de la escuela... Estas imágenes son una puerta de ingreso al universo Q'ero.
LA CÁMARA CAPTURÓ A LOS Q'EROS EN SU INTIMIDAD, VIVIENDO SUS COSTUMBRES ANCESTRALES, EN SUS ALEGRÍAS, SUS CEREMONIAS, EN SU MISTICISMO.
"PARA LOS Q'EROS, COSECHAR, SEMBRAR, PASTEAR SON VERBOS QUE SE VIVEN CON ALEGRÍA MIENTRAS SE LANZAN A TEJER, A CUIDAR SUS ALPACAS, OVEJAS Y LLAMAS. HAN SUPLIDO LA FALTA DE MÉDICOS, CON SUS PROPIOS CURANDEROS, LOS HANQIP , QUE TIENEN EL CONOCIMIENTO ANCESTRAL. Y LEEN LAS HOJAS DE COCA PARA GUIARSE EN EL CAMINO DE LA VIDA". José Alvares Blas.
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